"Hay un gran anhelo en nuestro interior – el de pertenecer. Guardamos la esperanza de que hay una mesa en algún lugar, alrededor de la cual podríamos estar cómodos en nuestra propia piel. Donde no tenemos que escondernos, ni guardar secretos. Siempre ha habido una comunidad a la cual pertenecemos. Fuimos diseñados para eso".
El Corazón del Hombre nos muestra a un Padre bueno y digno de confianza que está a la cabeza de la mesa, afirmando, disfrutando y amándonos a cada uno de nosotros, sin importar la etapa de la vida en que nos encontremos. Familiares, amigos y recién llegados a la comunidad nos sentamos juntos; unos compartiendo con otros episodios difíciles, y algunos celebrando con otros sus victorias, todos disfrutando de un banquete preparado con extravagante amor.
El compañerismo y la solidaridad proporcionan una atmósfera donde el dolor y la pérdida, el sufrimiento y la soledad no tienen el mismo poder que tendrían en el aislamiento. Y la sanidad no es sólo una teoría, sino una práctica continua que se lleva a cabo día tras día. Tal vez usted haya experimentado este tipo de comunidad y la seguridad - que sin duda ha anhelado.
Sin embargo, en esta mesa o comunidad, notamos algo desde el comienzo. No todos somos capaces de disfrutar plenamente de la comida. A veces nos preocupamos y luchamos por permanecer en el momento. Tal vez sea así para ti también. Una parte de ti está aquí, con tus amigos o familiares, pero tienes la cabeza en otro lugar. . . en una isla lejana.
Pero el Padre nunca es así. Él siempre está presente, y ve lo que nadie más puede ver. Incluso, mientras Él está bendiciendo y disfrutando a todos en la mesa, sabe cuando nuestra mente está en otro lugar, y planea cómo nos traerá de regreso a casa.
Reflexión: Cuando te imaginas sentado a la mesa del Padre, ¿cómo te hace sentir? ¿Por qué?
Hechos 2:42-47
Isaías 55:2-3